En la primavera de 2018 viví una de las experiencias más espectaculares de mi vida: viajar a la India junto a Ismael Cala en su proyecto Cala Mundos.
Por: Adriana Martin.
Cuando conocemos otros países, se expande nuestra manera de ver la vida. Nos damos cuenta de que vivimos de modos diferentes, con nuestras propias culturas y religiones, y de que consideramos nuestras creencias como una verdad absoluta.
Al viajar, constatamos que todo el mundo vive de forma distinta y con diferentes verdades. Entonces, nuestra manera no es la única que existe. Si nos abrimos a la posibilidad de conocer otras culturas, aprenderemos herramientas que le funcionan a otros, sin necesariamente cambiar nuestra base interna.
Por eso, los viajes con propósitos son enriquecedores y transformadores. Y ese es el punto: transformARTE. ¿Por qué es un término que termina en «arte»? Porque somos creadores de nuestra propia vida, somos una especie de obra de arte hecha por las manos de Dios. En el caso de viajar a la India, el arte de transformARTE tiene una especial connotación.
Somos únicos, pero también somos un conjunto de líneas, sonidos y movimientos artísticos. La transformación debe producirse con el material del que estamos hechos, pero también debe fluir con el entorno. Si nos recluimos en un único espacio, llegará el momento en el que nos adaptaremos y jamás sucederá la transformación. Nos quedaremos siendo la misma persona, pensando las mismas ideas y observando las mismas imágenes de siempre.
Cuando viajo, una de las cosas que adoro es sudar en otros aires. Cada ciudad o lugar tiene un olor distinto, una vibra y energía diferente. No es lo mismo Nueva York que Nueva Delhi, por ejemplo. Son dos lugares completamente diferentes, y eso me hace sentir distinta.
Esto me lleva al tema de la alimentación, porque es lo primero en lo que debo enfocarme para transformar el cuerpo. Y cada región del planeta aporta alimentos y nutrientes muy diferentes, que nos ayudan a vivir más sanos y a la propia transformación. Por ejemplo, el curry, los tés y las especias de la India son increíbles. Las especias son termogénicas, porque nos ayudan a quemar grasas y a obtener nuevas energías.
Todo muy diferente a nuestra cultura, donde comemos alimentos procesados que solo consiguen darnos sueño y entregarnos al sedentarismo. En India, la mayoría de las personas son delgadas. Consumen mucho picante, y está comprobado que tales aliños ayudan a quemar la grasa.
En India me sorprendió ver a mujeres que trabajan horas y horas en sentadillas o cuclillas, para limpiar el pescado. Ellas no necesitan ir al gimnasio, porque ejercitan el cuerpo día a día y tienen una razón poderosa para hacerlo: ayudar a sus maridos y sacar adelante a su familia.
Viajar a la India es sin duda una transformación
Al ver cómo se mueve la sociedad, entendemos que somos uno con la madre naturaleza. Debemos desaprender las técnicas que nos hemos (y nos han) impuesto, e integrarnos más con el planeta. El arte de transformARTE comienza por amarnos a nosotros mismos, pero también por educarnos.
No hay nada que instruya más que una vivencia. Si la vivimos, no la olvidamos. Las experiencias de viaje se magnifican porque salimos de la rutina diaria. No nos distraemos, nos podemos sumergir completamente en mundos nuevos y vivir al 100% la experiencia.
Una de las cuestiones más transformadoras que viví en la India fue el sewa o seva, que es el privilegio y el honor de servir a los demás de modo desinteresado. Cuando servimos a otros, significa que tenemos algo para dar. En cambio, en la cultura occidental, siempre vamos con la idea de que otros deben servirnos. Por ello, concibo el arte de transformARTE como la decisión de amarnos para servir mejor; nutrir la mente, el cuerpo y el alma.
Otro motivo para conocer la India son sus contrastes. Visitar uno de los orfanatos de la Madre Teresa de Calcuta, donde viven y se educan niños recogidos en la calle, toca y conmueve a todos. Y muy cerca de allí encontraremos lujosos hoteles con vistas al Taj Mahal. Este palacio de mármol es el símbolo de la opulencia en la muy pobre ciudad de Agra.
Tales contrasten nos mueven a valorar lo que tenemos, lo que deseamos y lo que realmente necesitamos en nuestras vidas. Por ello, debemos ser agradecidos con las bendiciones que disfrutamos, y además compartirlas.
En el río sagrado Ganges, las familias creman a sus muertos en la noche, y luego lanzan al agua sus cenizas. A la mañana siguiente, regresan y se bañan allí. En el propio Ganges conocí a un muchacho de Varanasi que se hacía llamar «Michael Jackson». Era un hombre muy pobre, casi en harapos y sin zapatos ni dientes; pero estaba feliz, con la convicción de ser el mejor bailarín del mundo. Entonces me dije: «Wao, es verdad que los seres humanos sentimos lo que queremos sentir». Él se creía Michael Jackson, y te aseguro que lo era. Todos debemos aprender a vivir así, convencidos de que somos hijos de Dios.
Mis lugares preferidos de la India:
- La ciudad de Varanasi y el río sagrado Ganges
- El Taj Mahal
- Nueva Delhi
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