Tomar fotos hoy en día es tan fácil como respirar. Ves un paisaje hermoso, echas mano de tu Smartphone, pulsas un botón, y listo. Minutos después, todos tus amigos compartirán esa imagen que subiste a las redes sociales.
Al final del viaje, tienes decenas de fotografías para recordar lo vivido, pero ¿guardaste la experiencia en tu memoria y corazón? Tener una imagen digital no es lo mismo que una vivencia real, guarda la cámara y abre los ojos.
Por: Eli Bravo.
La foto que tomaste puede parecerse a la de miles de otros viajeros, pero la experiencia que tuviste en esos lugares única y solo tú puedes sentirla. ¿Entiendes la diferencia? Por eso, la próxima vez que viajes, concéntrate menos en la pantalla de tu Smartphoney observa bien lo que sucede a tu alrededor.
El año pasado, en París, visité el museo de arte D’Orsay una vez más. Siempre me detengo un buen rato ante La noche estrellada, de Van Gogh. Para mí es la visión más hermosa del resplandor sideral sobre el agua, y procuro concentrar mi atención en el lienzo para que se impregne mi mente.
Allí, con todos los sentidos en la obra, me doy el tiempo suficiente para que la belleza que estoy observando se asiente en mi interior. En esos minutos, no puedo dejar de ver a la gente que entra a la sala, le da un vistazo al cuadro y sigue su camino. Suelen hacer lo mismo ante los Nenúfares, de Monet o Las Bailarinas, de Degas, no se dan el tiempo de apreciar la obra.
Guardar una imagen para el recuerdo es maravilloso, pero no se puede olvidar que la mente también toma sus fotos. Son las impresiones que nos dejan los paisajes y las personas cuando ponemos allí nuestros sentidos y atención. Allí están las emociones y las experiencias vividas, que al final de cuentas, son las razones más poderosas para realizar un viaje.
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